Mejores amigos


El Riper y yo nos conocemos desde niños, nunca fuimos buenos en la escuela pero sí para los asuntos de violencia. Eso siempre nos ha ayudado a conseguir uno que otro "trabajito especial". Igual al de ayer, que nos contrataron para matar a un tipejo y como es habitual en estos tratos sólo pagaron por la muerte. Malditos clientes, han de creer que desaparecer un cuerpo es tarea fácil y que se debe hacer gratis.
En fin, ya con el occiso en el carro y en la orilla del río que está bajo el puente Golden, agilizamos el asunto de la descuartizada pues al terminar iríamos a festejar al "Whores", un putero de mala muerte.
—¡Riper, apúrate a cortar esa cabeza! —grité a mi compañero de trabajo.
—No molestes, Monky. Hay mucho tiempo para las putas —contestó con esa tranquilidad que siempre me pone los pelos de punta. Con eso en mente, pregunté:
—Riper, ¿has pensado que pudieras ser un sicópata?
—¿Un qué?
—Un cabrón loco. De esos que salen en las películas matando gente por puro gusto. Como el Janibal Lector—. Mi amigo de la infancia no respondió en ese momento. Dejó escapar un gruñido que parecía una risa y explicó:
—No seas pendejo. Ni tu ni yo somos "cincópatas". Es más, no llegamos ni a sicarios. A duras penas somos "matoncillos de quinta" —argumentó en tono ceremonioso.
—¡Ah, cabrón! —exclamé sorprendido por la filosófica explicación. —¿Y eso qué significa?
—Que somos un par de muertos de hambre que matan para poder tragar —añadió mientras, sorpresivamente, me arrojó la cabeza del muerto.
—¡Contrólate, hijo de puta, y no hagas eso! ¡Sabes lo mucho que me espantan los muertos!
—A ver, explícame eso. Te asustan los difuntos, ¿pero no te da miedo matar? —indagó mi cómplice, dejando entrever la contrariedad que esa cuestión le causaba.
—No confundas las cosas. Cuando los mato no me asustan, pero ya muertos sí—. Riper escuchó atento la que a sus entenderes era una incoherente explicación, a la vez que terminaba de desmembrar el fiambre.
—¡Listo! Vamos con las "señoritas" —dijo alegremente al arrojar el cuerpo, sin cabeza ni extremidades, al cauce del río.
—Demos gracias a Dios por otro día de vida y de trabajo —expresé al santiguarme.
—Alabado sea el Señor —contestó Riper.
RaS [18/06/2018 fdc]

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