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Historias de diván

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Los hinchados mofletes del señor Paulson, mi psiquiatra, me recuerdan los panes de una hamburguesa. ¿Sabrán igual? Este sujeto siempre habla hasta por los codos, pero desde mi confesión hace cinco minutos está insoportable, todo lo que sale de su boca son preguntas. —Paty, ¿cómo es el pacto que mencionaste hace un momento? —Dije que invoqué a una entidad y funcionó. Y esta… cosa, me concede todo lo que pido. —¿Como un genio de la lámpara? —Una comparación estúpida, pero sí. —Demuéstralo. —Deseo que explote la cabeza de Paulson… ¡Puak! Y los sesos quedan esparcidos en la alfombra.

Mejores amigos

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El Riper y yo nos conocemos desde niños, nunca fuimos buenos en la escuela pero sí para los asuntos de violencia. Eso siempre nos ha ayudado a conseguir uno que otro "trabajito especial" . Igual al de ayer, que nos contrataron para matar a un tipejo y como es habitual en estos tratos sólo pagaron por la muerte. Malditos clientes, han de creer que desaparecer un cuerpo es tarea fácil y que se debe hacer gratis. En fin, ya con el occiso en el carro y en la orilla del río que está bajo el puente Golden, agilizamos el asunto de la descuartizada pues al terminar iríamos a festejar al "Whores", un putero de mala muerte. —¡Riper, apúrate a cortar esa cabeza! —grité a mi compañero de trabajo. —No molestes, Monky. Hay mucho tiempo para las putas —contestó con esa tranquilidad que siempre me pone los pelos de punta. Con eso en mente, pregunté: —Riper, ¿has pensado que pudieras ser un sicópata? —¿Un qué? —Un cabrón loco. De esos que salen en las películas matando gente por pur...